Aquí la pena. Aquí las ganas de llorar. Aquí las ganas de gritar: ¿por qué? El Racing no se merece esto.
Sin argumentos futbolísticos a los que agarrarse, El Racing camina hacia el abismo si algo o alguien no lo remedia. Últimamente en el Cuvillo muchos aficionados portuenses se van antes del final de partido -no esperan a que su última decepción se consume-. Los que se quedan, sufren. Unos y otros acabaron decepcionados con esta Racing que como no espabile va a vivir instalado donde yo me sé: en el alambre.
Sanlucar estuvo mal. Carrasco estuvo mal. Sambruno estuvo mal. Ramirez estuvo mal. Kikin estuvo mal. Vazquez estuvo mal.... A un fútbol cambiante, que demanda soluciones empresariales y sentimentales, El Racing viene respondiendo en las últimas semanas con una parálisis de fútbol sorprendente. Y así es imposible.
En el plano defensivo el Racing es un equipo distraído aunque en los últimos partidos haya mejorado.
En el centro del campo se produce una de las circunstancias que para mí explican los problemas racinguistas en el Cuvillo. Este equipo no puede jugar con dos delanteros (sobre todo si uno de ellos es Sanlucar) porque el once rival le hace siempre superioridad en el centro del campo. Y si el equipo rival te hace superioridad en el centro del campo, no tienes el balón (te pasas todo el tiempo detrás de él). Y si no tienes la posesión del balón, no creas. Y si no creas, no haces ocasiones. Y si no haces ocasiones, olvídate.
Y en ataque el Racing no tiene gol aunque en Guadalajara marcara tres.
Pero el problema del Racing no se reduce a un empate ante el Granada 74, que también. Es de mayor calado. Hace varias semanas que el equipo no responde al desafío que tenía. Un equipo que elaboraba fútbol, que hacía ocasiones, que una vez le dio un meneo y otra le trató de tú al mismísimo Cádiz, ha menguado. Y de qué manera. Y aunque no se puede hablar en términos apocalípticos por una empate, un aire de miedo sopla en el entorno. A mí me ha llegado. Soy pesimista. Pesimista para el futuro. Y en estos momentos ser pesimista significa que piensas que el Racing tendrá que pelear por salvar la categoría. Ser pesimista significa que ni loco piensas que el racing pueda llegar a los 50 puntos que se exigen como mínimo para estar tranquilo. No hay nada que hacer viendo lo que uno vio el hace dos domingos en el Cuvillo ante el Roquetas. Me duele decirlo. Me duele escribirlo.
Leía que el otro día que Aristóteles, por fortuna, no se dedicó a la crónica futbolística porque «hubiera fracasado». Y es que Aristóteles pensaba que «la realidad es obvia porque la tenemos ante nuestros ojos y podemos verificarla de forma empírica». En cambio, para Platón, lo que vemos «es sólo apariencia, una deformación de las ideas abstractas que constituyen la auténtica realidad».
Los aristotélicos que van al Cuvillo ven al equipo sin fútbol, fundido. Se muestran desolados con la imagen que ofreció; ya son muchos empates consecutivos. Los platónicos en cambio se aferran a las matemáticas, a que quedan no se cuantos partidos y tantos puntos en juego. Piensan, incluido Ferri, que «hay que preocuparse lo menos posible de los empates y ocuparse lo antes posible de que esto dé la vuelta».
Para los aristotélicos no hay más cera de la que arde, la plantilla es justa en número y calidad y la temporada se le puede hacer eterna al Racing. Los platónicos ven que Uvi va a más, que Zanotti empieza a jugar.
Los aristotélicos se preguntan quién ha fichado a Pazos y qué malo será Armada cuando no juega más de diez minutos; los platónicos hablan de Johny... y esperan al mercado de invierno.Los aristotélicos dicen que el descenso está a un punto; los platónicos, que la tranquilidad está a tres.
El domingo yo me sentí aristotélico. Y pesimista. Pesimista cara al futuro.
Saludos
martes, 28 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario